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Año 2005. Tras el parón navideño, Villarreal y FC Barcelona, entrenados por Manuel Pellegrini y Frank Riijkaard respectivamente, se enfrentaban en un duelo que prometía ser apasionante. Los amarillos buscaban escalar puestos en la clasificación y los blaugranas afianzar el liderato ante un conjunto que no se le daba bien (en los últimos 2 años había pinchado en el Madrigal)
Además de los puntos en juego, el partido tenía el aliciente de que Juan Román Riquelme se enfrentaba al FC Barcelona, el equipo que no lo quiso y lo cedió al conjunto de la Plana. Así pues, el encuentro suponía un plus para el talentoso centrocampista argentino, que quería demostrar a su todavía club que se había equivocado al descartarle.
Riquelme, más inspirado que nunca, se erigió en comandante del submarino amarillo y se convirtió en amo y señor del partido. Se puso al equipo a sus espaldas y dio un recital de asistencias y detalles técnicos que hicieron las delicias de los espectadores. Del talento del argentino se aprovecharon sus compañeros de equipo, especialmente Diego Forlán, su socio en la delantera, que esa noche hizo un doblete que a la postre contribuiría a que ganara el trofeo Pichichi a final de temporada.
El partido finalizó con un contundente 3-0 a favor del Villarreal de los Riquelme y Forlán, que pasó como una apisonadora por encima del Barça de los Ronaldinho, Eto'o o Deco. La escuadra castellonense metió 3 goles, pero pudieron ser más de no ser por la falta de acierto de los atacantes groguets y las buenas intervenciones de Víctor Valdés.
La exhibición de Riquelme fue debidamente reconocida con una ovación de gala que El Madrigal brindó a su nuevo ídolo al ser substituido en los últimos minutos del encuentro. Juan Román Riquelme, el considerado por muchos el último gran 10 argentino, consumó su venganza contra el equipo que lo rechazó.